Uno de los objetivos más importantes de cualquier empresa es mantener y mejorar la productividad, aprovechando todos los recursos disponibles, y uno de ellos tiene que ver únicamente con llevar en orden la contabilidad, lo cual otorga beneficios fiscales que se pueden aprovechar.
Para entidades o personas físicas, este beneficio es un ahorro, procedente del hecho de pagar menos impuestos, gracias a bonificaciones, exenciones o deducciones. Es una reducción en las cuotas tributarias, dentro de un marco legal, resultado, en el caso de las empresas, de prácticas a favor de los trabajadores, de la sociedad, o de gastos relacionados por las actividades comerciales para el desempeño de sus labores.
También aplica en el caso de que un contribuyente no esté regularizado, para que se ponga al corriente con sus obligaciones ante el fisco; como actualización de datos para el contacto con el buzón tributario (correo electrónico, teléfono celular) o el pago de impuestos, así como tener acceso a los servicios al contribuyente.
Las características de estos beneficios son que proceden únicamente de la legislación vigente y se regulan gracias a esta, se deben reunir ciertos requisitos para hacerse acreedor a ellos, y por lo tanto no tienen un carácter de aplicación general, sino que se dan solamente a las entidades que cumplan con lo estipulado en la ley, en el caso de México, la Ley del Impuesto Sobre la Renta, acerca de la que hablaremos más adelante.
Tienen como finalidad, desde el Estado, aligerar la carga fiscal de acuerdo con situaciones, por ejemplo, el contribuir a que una empresa continúe sus funciones y al mismo tiempo apoye a sus trabajadores; retribuir si una organización realiza donativos; proteger el ingreso de las familias, con las deducciones personales en el caso de las personas físicas, etc.
Hay distintos tipos de beneficios o ventajas fiscales: están las exenciones, que es cuando se condonan los impuestos a ciertos ingresos que cumplan con criterios establecidos; las deducciones, estas son cuando del ingreso bruto se reduce una cantidad, de acuerdo a gastos realizados (bajo ciertos requisitos), por lo que se pagarán menos impuestos, y las reducciones, donde se disminuye la base gravada.
El Impuesto Sobre la Renta es un gravamen que se aplica de forma directa a los ingresos, de acuerdo con la capacidad con la que se puede contribuir, es decir que es un impuesto aplicable de manera proporcional a las ganancias de personas morales y físicas.
La legislación que rige a este impuesto establece en qué casos se podrá obtener algún beneficio fiscal; en su artículo 93, por ejemplo, se habla de exenciones a prestaciones y percepciones por horas extra para quienes perciban salario mínimo; exención del 50% para horas extra si es que se gana más del mínimo; en caso de indemnizaciones, gastos médicos y sepelios.
El artículo 151 habla de las deducciones personales, para personas físicas, que aplican con gastos hospitalarios; funerales; donativos que no tengan como objetivo recibir algo a cambio; aportaciones voluntarias al fondo de ahorro para el retiro, etc.
Asimismo, el artículo 27 habla de las deducciones enfocadas en empresas, estableciendo que se otorgarán cuando se realicen gastos necesarios para el funcionamiento de estas (lo mismo aplica para los intereses de préstamos), siempre debidamente documentados y llevados en un registro contable; si los trabajadores están inscritos en el Seguro Social; si se cumple en tiempo y forma con las obligaciones fiscales, y cuando se otorguen prestaciones de previsión social a los empleados.
Para la obtención de los beneficios fiscales, es necesario contar con una planificación fiscal, la cual es una serie de tácticas y acciones encaminadas a detectar y aprovechar dichos beneficios.
Lo que conlleva esta planificación no es solamente el ahorro en materia tributaria, sino que como consecuencia se obtiene un panorama general del estado de la empresa, se comienzan a prevenir escenarios de adeudos fiscales, anticipándose a hechos en el futuro y cumpliendo en tiempo y forma con las declaraciones ante el SAT.
Además, existe una mayor transparencia en las finanzas de la organización, y se minimiza el riesgo de incurrir en errores que puedan derivar en multas y otras sanciones.
Si tu empresa no está inscrita en el Régimen de Incorporación Fiscal, considera hacerlo. Al registrarla hay beneficios asociados, derechos y obligaciones que pueden ser de mucha utilidad tanto para ser aprovechados por parte de la empresa como por los trabajadores.
Hay muchas formas de acceder a estos beneficios, evitar adeudos fiscales, y ver aliviada la economía tanto personal como empresarial.