Desde junio de 2025, la Ley Silla es oficial y obligatoria en todo México y aunque en redes ha sido tema de dudas, esta reforma es un paso legal hacia la dignificación del trabajo, especialmente en sectores donde estar de pie es un mandato.
Más que una exigencia de mobiliario, es una señal de que la salud postural y el respeto al cuerpo también importan en la jornada laboral.
La Ley Silla reforma los artículos 132 y 423 de la Ley Federal del Trabajo.
Su objetivo es claro: garantizar el derecho a sentarse durante la jornada laboral si la actividad lo permite, sin afectar seguridad ni productividad.
Esto implica dos obligaciones clave para los centros de trabajo:
La reforma responde a años de denuncias de trabajadores en comercio, vigilancia, servicios y atención al cliente, quienes pasaban turnos enteros de pie sin justificación operativa.
Además de cumplir la ley, las empresas pueden aprovecharla para prevenir riesgos ergonómicos y mejorar el bienestar laboral.
Aplica a todos los centros de trabajo en México, tanto públicos como privados.
Pero su impacto es más evidente en sectores con alto contacto operativo, como:
La clave está en analizar cada puesto, así que vale la pena preguntarse: ¿La función puede realizarse sentado sin afectar la operación?
Si la respuesta es sí, no proporcionar una silla sería una infracción directa.
Ejemplos claros: cajeros, recepcionistas o agentes telefónicos pueden cumplir su trabajo perfectamente sentados.
Cumplir con la Ley Silla no se limita a poner una silla cualquiera. Requiere una implementación consciente, basada en estos pasos:
El incumplimiento puede derivar en multas de hasta $250,000 MXN por persona afectada, según autoridades laborales.
La Ley Silla no solo modifica el mobiliario, cuestiona prácticas arraigadas que han sido normalizadas en ciertos entornos laborales.
Permitir sentarse no es sinónimo de flojera, sino de respeto al cuerpo, a la salud y a la dignidad de quien trabaja.
También abre la puerta para que áreas de Recursos Humanos:
Lo que se discute no es si el colaborador descansa, sino si la empresa reconoce su humanidad mientras produce.
Al final, la Ley Silla no es una moda ni una medida simbólica: es una reforma con consecuencias legales, operativas y culturales.
Las empresas que la entiendan como una oportunidad para evolucionar —no solo como una carga administrativa— tendrán ventaja en la creación de entornos laborales más sostenibles.
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